martes, 4 de noviembre de 2008

Nos engañan.

Tengo la sensación, últimamente, que todo lo que envuelve un día normal de nuestra vida es mentira. Quizás tenga que ver que estos días lo positivo, por más que me empeño en encontrarlo, no lo encuentro. Es más, desde hace unos días la negatividad es mi seña de identidad. Mira que me digo cada mañana antes de salir de casa: “hoy vamos a verlo todo desde el otro lado. A ver si así nos sale un día un poco más redondo que ayer” Oye mira que me empeño y me esfuerzo ¿eh? Pues nada. Erre que erre.

Ayer era poner cualquier canal de televisión y todo eran elecciones en Estados Unidos. Todos los presentadores de todos los telediarios españoles están allí pasando unos días. Que por cierto; si hacen eso todos los presentadores de todos los telediarios de todos los países del mundo…. No sé ¿no? Que sólo con la ocupación hotelera de estos días y las comidas en restaurantes, casi da para reactivar la economía. Lástima que sea otra y no la nuestra la que ayudemos a reactivar. Cachisss.

Sentado en el sofá intentando ver aunque fuera el teletexto, me entró una especie de congoja… ¿Y a quién voto yo? Ufff. ¡Y yo sin reflexionar! Esta mañana cuando estaba llamando a mi jefe para decirle que no podía ir a trabajar; que me quedaba en casa reflexionando, me he dado cuenta que no. Nosotros no votamos. Vamos que un año entero metiéndonos las elecciones americanas a fuego, y ahora no podemos decidir cuál nos gusta más.

Yo que creía que el que yo eligiera nos iba a sacar de la crisis… Vaya bajón que me ha dado cuando he vuelto en mí.

Llevo todo el día preguntándome: ¿Y para qué nos han estado agrediendo con el temita todo un año? ¿Ahora qué hacemos con toda la información que tenemos?

NOS ENGAÑAN.

lunes, 3 de noviembre de 2008

SIN SALIR DE CASA.

Cuando sonó el despertador por tercera vez para que su mujer se levantara, una vez más la primera como todas las mañanas, él tuvo la misma sensación de todos los días. No sabía si había dormido muchas o pocas horas. La sensación, claro está, era que no lo suficiente. Mientras ella se dirigía a la ducha, él iba tomando conciencia del nuevo día. “No puede ser” eran las primeras palabras que asomaban a su mente.

Como siempre lo primero era ordenar la agenda: “hoy es… ¡ah sí!”. Automáticamente se le desplegaba en su cabeza la lista de tareas que apenas podía recordar en tales circunstancias.

En esos momentos, más o menos, empezaba su calvario. Casi siempre sucedía en el mismo orden. Casi siempre aparecía. Casi nunca se ausentaba.

En el momento que aparecía una ola de vapor a través de la puerta abierta del baño, era su turno. Se descubría sentado en la cama mirando a duras penas la ropa irregularmente colgada en su armario, se imaginaba vestido para pasar el día, otro día. Bueno o malo nadie lo sabía, él lo intuía. A su izquierda los trajes de los que sólo estaban visibles las chaquetas. A la derecha una mezcla de rayas, cuadros y colores formado por la docena de camisas que esperaba el veredicto. En el centro las corbatas cuya elección dependía de la elección de las camisas. Esa era su primera decisión. Para algunas personas esa primera elección le parecería importante o vital, a él, en cambio, le daba realmente lo mismo. En esos momentos su cabeza ya había empezado a preocuparse por su estado a lo largo del día. La fachada era lo de menos.

Él esperaba otro día duro. Muy duro.

TERAPIA ALTERNATIVA

No fue una cita más con el psicólogo.

En realidad no tuvo nada que ver con una de sus habituales citas, de las que ya se estaba cansando al ver que no daban ningún resultado. Citas que empezaron siendo una tabla de salvación entre tanta marejada que azotaba su cabeza. Pero que ahora, y sobre todo después de la última, una semana atrás, se habían unido al mapa isobárico formando parte de la borrasca;de su borrasca.

Esta vez no había una mesa entre dos personas, no había expediente. No había ningún trabajo que entregar... Por no haber, no había ni cita. Lo más increíble de la charla fue que tuvo un poso de utilidad.

Sólo había una cama, dos cuerpos desnudos, complicidad y comunicación. Una boca que planteaba problemas y dos que proponían soluciones.

Y es que no hay mejor terapia que la que te pueda ofrecer la persona que te ama y que desea lo mejor para ti; la persona que mejor te conoce. Si habláramos más con nuestra pareja y menos con el psicoanalista… ¡Cuánto mejor nos iría a todos!